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domingo, 24 de marzo de 2013

Abuelo.

El papá de mi papá falleció el pasado 9 de marzo. Siempre me consideré más confidente con mis primas del lado materno, ya que del lado de mi papá soy la única mujer de 9 nietos, pero como es de esperarse, por haber crecido en una casa llena de varones, me siento más cómoda con ellos que con mis primas.

En fin, mi abuelo Agustín se enfermó ya en Diciembre de 2012. Yo no lo veía desde que había cumplido 15 años el 13 de enero de 2011. Mis sobrinos, mi hermano, su novia y mi papá viajaron para visitarlo en su cumpleaños número 80 el 12 de febrero de 2013. Yo me quedé con mi mamá en mi casa porque tenía que estudiar, tenía siete materias para rendir en dos semanas y quería pasar de grado a toda costa, pero también quería ver a mi abuelo. Hice el capricho que hago desde que tengo memoria pero finalmente mi mamá tenía razón, íbamos a poder ir y visitar a mi abuelo cuando estuviéramos todos más cómodos después de terminar de rendir, mis hermanos, mis primos y yo.
El jueves 28 de febrero mis papás se fueron de emergencia a Tandil porque habían ingresado a mi abuelo a la sala de terapia intensiva. Yo me quedé sola con mi hermano mayor y terminé de estudiar para pasar de grado a la semana siguiente. Feliz por estar en cuarto año de secundario después de seis años... viajamos a Tandil con mis dos hermanos para llegar el viernes a la madrugada y enterarnos de que mi abuelo había tenido un infarto. No supe que se había recuperado de éste hasta la tarde siguiente cuando escuché a mi mamá hablar por teléfono. Yo había dormido en la cama de mi abuelo pensando en lo fría que estaba, en lo solitario y silencioso que se sentía su casa sin su voz... mi abuelo era una persona extremadamente animada, siempre estaba moviéndose y riéndose por cualquier cosa.
Bueno, fuimos todos al hospital a visitar a mi abuelo el 8 de marzo, el día de la mujer. Mi tía nos saludó a todas, también saludamos a otras personas que estaban en la sala de espera con nosotros. En un momento mi mamá nos llamó a mi y a mi hermano del medio para preguntarnos si queríamos entrar y saludar a nuestro abuelo, y pronunció con la voz quebrada la siguiente frase: "si entran ahora van a tocar una mano caliente, si entran después la van a tocar fría, esa es la única diferencia, el abuelo no está ahí, el abuelo ya no está". Yo me asomé hasta la puerta y vi que estaba conectado a un montón de tubos y cosas blancas, blancas como el piso brillante de la sala de terapia, blancas como su pelo y su sonrisa brillante  Cosas blancas como la camisa que se puso cuando cumplí quince. Cosas blancas como la remera que usaba para dormir, y con la que desayunaba religiosamente todas las mañanas. 

Tuve miedo. Mis ojos se cristalizaron al verlo, no directamente, sino por el reflejo de la ventana. No quise entrar. Me negué. Mi paz comenzó a disiparse cuando mi mamá quiso convencerme de entrar con la promesa de que ella entraría conmigo. No quise entrar. No entré. Mis hermanos tampoco.
Yo tenía la idea de que no había peor dolor en el mundo que ver llorar a mi mamá, hasta que vi llorar a mi abuela. Ella entró, y salió llorando quince minutos después. Me destrozó el corazón completamente, pero no lloré. Ese día escuché que muchas personas preguntaban por mi abuelo, por cómo estaba, y todas las respuestas que escuché se referían a un insoportable "sigue igual". Todo siguió así hasta el día siguiente, en el que me levanté a las once en punto, exactamente. Estaba mirando televisión cuando sentí que sonaba el timbre, cuando abrí la puerta me saludó una señora con una sonrisa amigable pero a la vez débil, como era de esperarse preguntando por mi abuelo, pronuncié una vez más el "sigue igual" para después ser corregida por mi hermano, que no me había dado cuenta que estaba detrás nuestro, que dijo "no, murió"... yo no reaccioné, me di vuelta y le asentí con la cabeza a la señora que me dio un breve e incomodo abrazo, para luego repetir la acción con mi hermano, y se fue. Volví a mirar televisión, le avisé a mis amigas vía what'sapp. Esa tarde fuimos al velorio, entré hasta la puerta, vi la cara de mi abuelo y salí, no lo toqué, no me acerqué a más de cuatro metros, no quise, no pude. Llegó mi prima de Azul que me sirvió de buena compañía, la mejor de hecho, estuve toda esa tarde con ella hasta ya oscurecido el día. Se fue. Volvimos a casa a cenar, mis tíos, mis primos, mis hermanos, mis papás y yo. Cenamos. El silencio era insoportable. Me acosté temprano, no quería estar consciente de lo que pasaba, pero soñé con él. Soñé recuerdos. Soñé con el momento en el que llegó a mi cumpleaños y nos sacaron una foto, a la cual acto siguiente me abrazó y me dijo: "no digas nada, pero sos mi nieta favorita" mientras esbozaba una sonrisa. Le contesté que se hacía mucho el vivo ya que era la única nieta que tenía, la única mujer al menos. Y río, yo también lo hice. Esa noche me di cuenta de lo poco cercana que era a mis familiares de Tandil, pero era lo suficientemente cercana como para derramar la gran cantidad de lágrimas que estoy soltando mientras escribo ésto.

El 10 de marzo fue el día del entierro. El cementerio, puede sonar morboso, pero es un lugar hermoso, casi abajo de las sierras, donde el viento despeina con fuerza, y se respira una fría paz en el aire. A la hora de cerrar el cajón fue cuando abracé a mi primo menor, el que me seguía a mi. Leonetto. Llamado así por nuestro bisabuelo, el abuelo de nuestros padres. No recuerdo una vez que haya dado un abrazo tan sincero, por lo menos no a alguno de mis primos. En el momento de enterrar el cajón fue cuando las lágrimas se hicieron ver, aunque empezaron a brotar con más fuerza cuando mi hermano me abrazó. Nunca nos habíamos abrazado así, ni para Navidades ni cumpleaños. 
Yo soy una persona que trata de buscarle el lado positivo a las cosas. Fue difícil darme cuenta que tenía que aprovechar esos días y relacionarme con mi familia, más aún con mi abuela que había quedado sola en esa casa enorme y silenciosa... y ahora oscura.

Recuerdo a mi abuelo como una luz, y creo que no soy la única. Lo recuerdo bien, lo recuerdo satisfecha por poder hacerlo. Lo recuerdo. 
Nos recuerdo, siempre.

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